Llevo más de de media hora despierta, sentada junto al fuego, yo no sé si son las llamas en la noche, la soledad, o la maldita menopausia qué hace que mi cabeza no puede desconectar. Vine a lo de mis padres porque mañana tengo turno con el diabetólogo y para evitar levantarme tan temprano preferí venir el día anterior y quedarme a dormir en su casa. Mi diabetes viene un poco complicada cuál montaña rusa va mi vida, está así, le voy a echar la culpa de todo a la pobre azúcar.
Así como está mi diabetes está mi cabeza, 10 minutos los amo a todos 10 minutos estoy tranquila 10 minutos exploto por cualquier cosa y 30 minutos los odio, es ese odio con culpa porque sé que son buenos, que ayudan (ponele), que los dos míos ayudan, el adulto podré decir que no lo hace. Pero como somos generación machista y es el proveedor nadie dice nada. Me niego a seguir con esa farsa de pensar que mi responsabilidad es toda la que no sea generar el dinero que entra en la casa. No sé por qué trato de no escribir siendo muy mala, cuando sé que esto es mi salida, mi escape mental y que a mí esa es la única que le tiene que importar o hacer bien lo que escriba, supongo que sigue siendo esas trabas sociales que nos inculcaron incluso las que nosotras mismas, mi generación se dejó poner.
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